Los animales cansados de sus insultos y su manía de burlarse deseaban expulsar al loro del bosque.
Por eso se fueron a quejar al señor alcalde del bosque. El alcalde era una vizcacha. El alcalde escucho las quejas de los animales, pero no esta de acuerdo con expulsar al loro. El alcalde viendo la decisión de los animales les pidió una nueva oportunidad para el loro; y él personalmente se encargaría de lograr que el loro modere su actitud y se comporte mejor.
La vizcacha se puso su ropa deportiva y salió a buscar al loro. El loro estaba posado en una rama y cuando vio al alcalde, inició unos gritos horrendos: ¡Hola orejón! ¡Orejón tonto!
¡Tin, tin, tin! ¡Colita de rintintín!
La vizcacha, algo molesta le dijo: “Tus bromas no me gustan y disgustan a todos los animales, sino cambias un castigo te caerá del cielo y no tendrás ningún amigo para ayudarte.
Pero el loro no le hizo caso y empezó a gritar nuevamente diciendo: ¡Tengo una vizcacha lechera, que se creé bombera!
¡Da saltos como sapo pero cae como pollo, hay que vizcacha tan salada! Jijijiji.
La vizcacha se fue a su casa a cambiarse e iniciar la búsqueda de una solución para tan malcriado parlanchín
La vizcacha busco a su asesor y sabio tío el cuy. Cuando lo encontró le contó lo sucedido.
Existe una planta de maíz al final del bosque con unos granos mágicos que siempre dan una lección a los bribones y malcriados. Dijo el cuy.
La vizcacha se puso en camino para buscar el maíz que era remedió tan eficaz para este caso.
La Vizcacha llevó el grano de maíz a la jaula del loro y los puso en el plato del loro.
El loro después de realizar sus travesuras en el bosque, regreso a su jaula, comió el maíz y al día siguiente se quedó mudo.