Sin embargo, jamás imaginó que este aparecería medio año después a casi 2.000 kilómetros de su casa, en la ciudad de Salinas, California. “No tengo idea de cómo habrá llegado hasta allá”, dijo Escuderos.
La joven ya había perdido la esperanza de encontrarlo, cuando de pronto recibió una carta de un refugio de animales. Uno de los miembros de esta agrupación había hallado a Buster en la calle, por lo que lo llevó a dicho lugar donde notaron que tenía un microchip.
De esta forma, llamaron a todos los número de teléfono que aparecían en la identificación, pero no lograron contactarse con nadie.
En un intento final, enviaron a la dueña una carta dándole un plazo para que se contacte con el refugio, de lo contrario el perro aventurero sería puesto en adopción.
Felizmente, Samantha Escuderos leyó la misiva el día que vencía el plazo y llamó al albergue para decir que Buster era suyo.
Horas después el singular can se reunió con su dueña en Denver. “Parece estar mucho mayor y más gordo”, dijo entre lágrimas la joven al ver a su fiel compañero.