En Ecuador se le conoce como quinde, en Colombia como quinchita, en Uruguay y Argentina picaflor y en Chile como Chupa Flores. Algunas antiguas tribus indígenas lo llamaron mainumbí y han hecho de él cuentos y tradiciones orales que alimentaron el misticismo de la especie. Mas allá de estas formas de nombrarlo todos refieren al particular pajarillo como una especie de belleza singular en las que los vivos colores del plumaje, verde metalizado, rojizo, azulado; el tamaño (aproximadamente 5 cm) y el ínfimo peso (alrededor de 2 gramos) son su sello distintivo.
Aunque la media suele tener dichas dimensiones, hay que aclarar que también existen más de 300 especies y numerosas variedades, aun en investigación, que pueden llegar a superar ampliamente esas medidas.
La comparación con los insectos, más arriba referida, se da por el gracioso modo en que se alimenta, al absorber el néctar de las flores más coloridas, manteniéndose en el aire con un aleteo muy ágil y rápido que casi no permite ver sus alas. La ligereza en este movimiento le permite además volar hacia atrás, como ningún otro pájaro puede hacerlo. Es capaz de alcanzar velocidades realmente asombrosas, llegando a los 114 kilómetros por hora.
En la época de reproducción el macho interpreta para la hembra un ritual danzante, digno de apreciar, que completa el atractivo con el que carga este hermoso pajarito.
Entre sus enemigos están las aves de rapiña, los felinos y también los cazadores que los buscan insaciablemente para comerciar sus bellas plumas.
Una especie muy bella, propia del nuevo continente y solo apta para vivir en libertad. Debemos contentarnos contemplándola en documentales o si tenemos la oportunidad de viajar a estos cálidos lugares, donde abundan, y la naturaleza nos quiere regalar tan bella escena. Verlo volar, alimentarse o en plena conquista, es sin duda un gran espectáculo.