Los investigadores ataron unos cables a los caparazones y aplicaron pequeñas descargas eléctricas en el abdomen de algunos de los cangrejos que se encontraban dentro de esos caparazones. Los cangrejos que salieron de sus caparazones fueron aquellos que había recibido la descarga, lo que indica que la experiencia fue molesta para ellos. Según los investigadores, esto indica que la respuesta se debe a un proceso neuronal central más que a un simple reflejo.
Se debe señalar que los cangrejos ermitaños pueden ser muy exigentes cuando se trata de elegir la especie de caparazón que van a ocupar. Los resultados del experimento sugieren que suelen retirarse de los caparazones menos propicios.
«Se ha debatido mucho si los crustáceos, entre ellos los cangrejos, los langostinos y las langostas, sienten dolor», señaló el profesor Elwood. «Gracias a investigaciones anteriores sabemos que pueden detectar estímulos perjudiciales y alejarse de la fuente de esos estímulos, pero eso podría ser un simple reflejo carente del "sentimiento" interno de disgusto que asociamos con el dolor», añadió.
«Esta investigación demuestra que no es un simple reflejo, sino que los cangrejos sacrifican su necesidad de tener un caparazón de calidad por la necesidad de evitar un estímulo perjudicial. Tales conductas de sacrificio se han observado en vertebrados en los que la respuesta al dolor se regula en función de otras necesidades."
El profesor Elwood añadió que muchas personas podrían sujetar un plato caliente lleno de comida, pero no dudarían en dejar caer el plato si éste estuviera vacío. Estas respuestas demuestran que los humanos tienen en cuenta sus diversas necesidades al reaccionar al dolor. «Nunca se habían demostrado sacrificios de este tipo en crustáceos», afirmó el investigador de la QUB. «Los resultados refuerzan la hipótesis de que estos animales sienten dolor.»
En investigaciones anteriores, el profesor Elwood descubrió que cuando se aplicaba ácido acético a las antenas de langostinos, éstas mostraban una fricción prolongada, pero esta fricción se reducía cuando se les aplicaba anestesia local.
No obstante, la diferencia principal es que los crustáceos que se usan en las industrias de la pesca y la alimentación tienen muy poca protección, especialmente debido a que las personas suponen que estos no sienten dolor.
«Es necesario llevar a cabo más investigación en este campo, en el cual se está pasando por alto un problema cuyas dimensiones podrían ser enormes. Se ha propuesto una legislación para proteger a los crustáceos, pero probablemente cubra únicamente la investigación científica», subraya el profesor Elwood. «Con los vertebrados es mejor pecar de cautelosos, y creo que éste es el enfoque que debemos seguir con estos crustáceos.»
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