La peculiar historia del díscolo animal transcurre en el municipio tinerfeño de Tegueste, donde reside Mary Cedrés, según explicó a Efe, y a quien un primo le regaló una pareja de tortugas de agua que tenía depositadas en un balcón de una vivienda en Santa Cruz de Tenerife, la capital de la isla.
Los animales pasaron de vivir en un entorno urbano a una casa con terreno en Tegueste, donde fueron acomodadas en una especie de estanque confeccionado con una bañera.
Sin embargo, dice Mary Cedrés, una de las tortugas se las arregló para salir de su estanque y se extravió, sin que la familia pudiera localizarla al tratarse de un lugar rodeado de fincas.
Por ello acondicionaron la bañera para la tortuga que decidió permanecer en el lugar, que al encontrarse con más espacio para ella sola comenzó a crecer y alcanzó el diámetro de un plato de sopa.
LARGO CAMINO DE REGRESO A CASA
Y pasaron los años hasta que hace unos dos meses, cuando Mary Cedrés salía en auto de su casa, a las 08:30 horas, se percató de que en el camino había una pequeña tortuga cruzando, “muy despacito, más lento de lo normal en una tortuga, como agotada”.
Entonces se bajó para ver “con asombro” a la tortuga, de la que no sabía si se dirigía a la casa después de doce años o había salido de la finca anexa porque estaban arrancando hierbas del terreno.
En el camino solo residen Mary y un vecino, que jamás ha tenido tortugas, y la finca en la que parece haber pasado el animal estos doce años se destina al cultivo de papas, maíz y hortalizas.
DESNUTRIDA Y SIN SU COLOR ORIGINAL
Cedrés cree que por haber pasado tantos años en una finca la tortuga no ha crecido, como su hermana, pues tiene prácticamente las mismas dimensiones de cuando se la regalaron, como la palma de la mano.
Además la encontró desnutrida y había perdido su color original, ya que lucía “como el cemento, gris”, algo que también podría deberse al contacto con los productos fitosanitarios utilizados en las labores agrícolas.
Ahora, tras un par de meses en el agua, ha recuperado su tono y su vitalidad, pues en los primeros días tras el retorno también intentó escaparse de la bañera, aunque uno de los hijos de la familia la encontró en la tierra.
Curiosamente la hermana estuvo tres días fuera de la bañera tras el retorno de la tortuga perdida “porque se encontraba extraña con el otro animalito allí, pero ya se han hecho amigas y están juntas”.
VIDA FAMILIAR
Ambas se han aceptado mutuamente y comparten la alimentación, que consiste en productos naturales: lechuga, tomate, jamón y fruta.
También se ha acostumbrado la tortuga retornada a la rutina diaria “y saca la cabeza” fuera del agua cuando ve que le van a poner la comida.
De hecho uno de los hijos de Mary, David, señala que la familia cree que la tortuga es un ejemplar macho pero sigue siendo “mucho más tímida” que la hermana, y solo adquiere más confianza cuando la mayor asoma la cabeza fuera del agua.
Mary Cedrés proyecta llevar a la tortuga al veterinario para que calcule la edad del animal y confirmar así que es la perdida hace doce años.
Además de las tortugas, en la casa familiar hay perros, gallinas, faisanes, un loro y un caballo y comenta riendo Mary Cedrés que al ejemplar perdido no se le ha puesto nombre, si acaso “la chicharrera” porque procede de Santa Cruz.