El Okapi (Okapia johnstoni) oriundo de las selvas del Congo, tiene una apariencia sumamente particular, mezcla de caballo, cebra y jirafa. Es pariente de esta última y se asemeja a los primeros jiráfidos del período del Mioceno, entre 5 y 23 millones de años atrás.
Las proporciones del cuerpo del okapi recuerdan tanto a las de un equino como a las de una jirafa, pero su manto lo distingue. Posee un color castaño rojizo en la mayor parte de su cuerpo, excepto en glúteos y patas, de color blanco y rayas negras, muy semejante al pelaje de las cebras.

Herbívoro, este mamífero se alimenta principalmente de brotes, tallos y hojas. Su menú es sumamente variado, puesto que aprecia el sabor de más de 100 diferentes especies. Además ingiere hierbas, frutas y hongos.
El okapi puede vivir alrededor de 30 años; las hembras alcanzan su madurez sexual a los 2 años aproximadamente, cuando están listas para tener crías. Los okapis nacen después de una gestación de 15 meses, y sus mamás son extremamente protectoras, defendiéndolos con su vida si es preciso ante el ataque de los predadores.
Curiosamente, el pequeño okapi es capaz de comunicarse con su mamá por medio de diferentes sonidos, pero al crecer va perdiendo esta capacidad. Cuando es adulto casi no emite voces, a excepción de los machos en busca de hembras para aparear.